De angustias a angustias, efectos psicosociales del COVID-19
La crisis ocasionada por el COVID-19 ha afectado no solamente la salud física, sino también la salud mental. Circunstancias como perder el empleo, no contar con un trabajo fijo, o tener que salir de casa a ganarse el sustento incrementando el riesgo de contagio, han provocado una sacudida psicológica que recrudece los problemas, que ya de por sí enfrentamos en la cotidianidad por las desigualdades que vivimos.
En este sentido, en el programa de radio “Impactos psicosociales ante el Covid-19. Una mirada desde el afrontamiento”, transmitido el pasado 12 de mayo en Ajusco Radio, Emiliana Cerezo Contreras, psiquiatra e integrante del Comité Cerezo México, señaló que los impactos psicosociales se dan a nivel social, comunitario e individual.
Así, durante la pandemia, enfrentamos desigualdades laborales y económicas que en estos momentos saltan más a la luz. Mientras experimentamos la angustia individual por el miedo al contagio, propio y de los nuestros, también padecemos una angustia colectiva por las condiciones de desigualdad e injusticia, que vulneran nuestro bienestar físico y emocional, y que nos encierra en dilemas que oscilan entre ponernos en riesgo de contagio o no tener para vivir. “Los impactos a nivel social que estamos viendo son una agudización de la polarización social”, señaló la especialista.
A través de medios de comunicación, atestiguamos la estigmatización de algunos sectores de trabajadores que no pueden quedarse en casa. Este efecto psicosocial, es resultado de la desigualdad laboral, al respecto, Cerezo comentó que “el mensaje está para los que sí pueden quedarse en casa, mientras las demás personas están marginadas y estigmatizadas, son vistas como las ‘irresponsables’ las que andan trayendo de allá para acá el virus”.
Así que hay de angustias a angustias, mientras a una clase le preocupa cómo no aburrirse durante el confinamiento, la clase trabajadora experimenta la angustia de poder sobrevivir. “La clase dominante seguramente está en su burbuja para no contagiarse del virus. Pero en realidad a quién le está impactando más es a la clase trabajadora. Tienen que ir a trabajar, las empresas no hacen caso del decreto (…) están obligando a sus trabajadores a ir a laborar con todo lo que esto implica”, agregó Cerezo.
El miedo, la ansiedad, la depresión, y el estrés –entre otras consecuencias en la salud mental– que acarrean estas polarizaciones sociales son problemas agravados por la pandemia pero que han existido desde antes. Por décadas no han sido atendidos oportunamente por las instituciones de salud pública, debido, entre otras omisiones, a la inversión pública insuficiente. En 2018, apenas 2.2% del presupuesto público para la salud, se destinó a psiquiatría.
Se trata de un problema de salud pública, que se complejiza con la precariedad que esta crisis sanitaria está agudizando; y al mismo tiempo, están los intereses privados que continúan anteponiéndose a la salud y bienestar del pueblo. Al respecto, Emiliana Cerezo comentó que estamos ante “un sistema de salud agonizante porque no tiene la capacidad de resolver. No hay infraestructura que desde hace mucho tiempo está siendo vendida al sector privado”.
Ante este escenario, es crucial no individualizar la responsabilidad y recordar que es obligación del Estado responder ante el impacto psicosocial que trae esta coyuntura.
Ante esto, algunas comunidades y colectivos han creado estrategias de afrontamiento, que procuran la conservación de las redes de apoyo y organización, para contener así los efectos desiguales que acarrea la crisis sanitaria. “Si el Estado no está cumpliendo con su deber, las comunidades tienen todo el derecho de la autoprotección, asimismo, proteger su salud”, reflexionó la psiquiatra. Sin embargo, es crucial insistir en la exigencia al Estado de políticas públicas que protejan y procuren la salud física y mental de todas las personas, especialmente de la clase trabajadora.