Digna Ochoa fue una eficaz abogada y una ejemplar defensora de los derechos humanos. Supo combinar sus conocimientos jurídicos con su profunda sensibilidad ante la injusticia y el abuso de las autoridades contra el pueblo que se organiza para defender sus derechos.
Defendió a indígenas, campesinos y estudiantes sin importarle su militancia política e incluso la forma de lucha que habían elegido para expresar su inconformidad y sus demandas.
Digna Ochoa no tuvo prejuicios para defender a los presos políticos y de conciencia que defendió. No condicionó su solidaridad, no limitó sus capacidades jurídicas para hacerlo, porque por sobre todas las cosas le importaba el ser humano y la lucha del mismo para terminar con una sociedad basada en la opresión, en la explotación y, por tanto, en la injusticia y en la inequidad.
Estudiantes de la UNAM, campesinos defensores de sus bosques, indígenas y personas vinculadas a grupos armados, a todos ellos defendió Digna ¿qué mayor ejemplo necesitamos para comprender que la injusticia nos hermana a todos?
Hoy que la represión se ha hecho más constante y más feroz.
Hoy que se renuevan, una y otra vez, esfuerzos de unidad para enfrentarla y no sucumbir irremediablemente ante ésta, deberíamos recordar en mayor intensidad la actitud de Digna Ochoa.
Ella más allá de discursos o de buenas intenciones fue con sus actos la máxima expresión de lo que significa la solidaridad incondicional con el pueblo que lucha y con las víctimas de la represión.
Ella no buscó, con todo lo que hizo, el reconocimiento de una u otra organización, de una u otra persona. Sus objetivos estaban fuera del estrecho marco de los intereses mezquinos de los afanes de reconocimiento, de los prejuicios, de la búsqueda de un papel protagónico en los movimientos sociales.
Por eso, pensar en Digna, recordarle, nos debe conducir a una actitud autocrítica, nos debe conducir a la reflexión de nuestra práctica y de nuestras actitudes.
¿Seremos capaces de estar a la altura de las circunstancias adversas que enfrenta el movimiento social?
¿Podremos contribuir a construir una verdadera unidad que salve a la Patria de un nuevo “baño de sangre” planificado desde el Estado?
¿Podremos, con la humildad de Digna, apartar lo mejor de nosotros mismos para transformar nuestra injusta realidad social sin esperar recompensas a cambio?
¿Seremos capaces de mantener viva a Digna emulando su ejemplo o la asesinaremos, otra vez, con nuestra inconsecuencia y nuestra desmemoria?
No sólo somos responsables de continuar exigiendo el esclarecimiento de su asesinato, de que se haga justicia, verdadera justicia en su caso y se castigue a los responsables intelectuales y materiales de su muerte, también somos responsables de construirnos como seres humanos íntegros, tan generosos, tan consecuentes, tan incansables en la lucha como lo fue Digna hasta el último minuto en que le fue arrebatada su existencia física.
Depende de nosotros el futuro de Digna; pero también el futuro de nuestra nación.
¡A seis años del asesinato de Digna Ochoa y Plácido!
¡Memoria y Justicia!
A seis años dos meses de ilegal e injusta reclusión.
Preso de conciencia, Antonio Cerezo Contreras
¡Presos hoy, libres siempre!