Volví al penal de alta seguridad # 1, llamado El Altiplano, antes La Palma y mejor conocido como Almoloya. Ya antes, el pasado 12 de febrero, había ido y solamente me aceptaron la solicitud de visitante así como toda la papelería que ahí piden para poder visitar a un preso. En esa ocasión la Trabajadora Social me advirtió que la Comisión encargada de estudiar mi solicitud tal vez tendría una respuesta a mi petición la siguiente semana, y que dicha respuesta sólo la darían personalmente y ahí mismo. Como le hice ver que yo vivo en Nuevo León (a casi mil kilómetros de ahí, Estado de México), me dijo que podía enterarme a través de la hermana del interno, cuando ella fuera a visitar a Antonio y Héctor Cerezo Contreras, presos de conciencia desde hace más de seis años.
Quiero aclarar que Emiliana, la hermana de los presos, por razones de trabajo y de recursos económicos (ella vive en el D.F.), tampoco puede ir a visitar a sus hermanos entre semana, así que tiene que esperar a que la visita sea el sábado y el domingo.
Así es como transcurrieron 45 días, tiempo suficiente, pensé yo, para que la Comisión resolviera. Pero cual fue mi sorpresa el pasado 24 de marzo, en punto de las 2.35 de la tarde y luego de anotarme en la libreta de la garita de revisión y de que autorizaran que pasara a la oficina de Trabajo Social, la trabajadora social me informa que aún no terminan de estudiar mi solicitud. Quiero aclarar que la respuesta de la susodicha Comisión puede ser: “si puede pasar a visitar a Antonio” o simplemente “no puede pasar”.
Todo frustrado salí del penal.
Sin embargo, lo esta vuelta al penal fue el conocer a Emiliana, la única persona que visita a Antonio y a Héctor. Sabía de ella por internet y por este medio me había informado que iría ese día a visitar a su hermano. Con eso de que el tiempo de visitas termina a las cinco de la tarde, sólo nos dio tiempo de presentarnos, y de pedirle yo que saludara de mi parte a Antonio.
En fin, así es la burocracia. Solo me queda la esperanza de que pronto me den una respuesta favorable a mi petición de pasar a saludar a Antonio en locutorio claro está, es decir, platicar a través de un cancel de cristal, o de plástico.
Gumaro Trujillo