Texto leído por Emiliana Cerezo durante el debate de la obra “Mujeres de Arena” realizada el 26 de octubre de 2004, en el teatro “La Capilla”
Buenas noches a todos.
A mi nombre, de mis hermanos Héctor y Alejandro Cerezo Contreras y Pablo Alvarado Flores.
Antes de abordar el tema que nos trajo aquí, deseo expresar nuestro más profundo agradecimiento a quienes consideraron digno de ser leído ante el público un poema que escribí hace dos años y porque de esta manera el poema cumple uno de los fines por el que fue hecho: denunciar el cotidiano y atroz evento que significa el asesinato de mujeres en Cd. Juárez.
Por lo anterior y porque nos dan voz, nuevamente, gracias.
Bien, ahora, al grano. Consideramos que el fundamento central del fenómeno de los asesinatos de mujeres en Cd. Juárez es que el sistema social en que vivimos fomenta la violencia y la convierte en su base constitutiva.
Sin violencia no habría unos cuantos super millonarios y millones de pobres y miserables; sin violencia no habría niños y niñas, prostituidos, obreros explotados, presos políticos y de conciencia, indígenas discriminados.
Sin esta violencia, sustentada y ampliada por el modo de producción y de relaciones sociales del modelo neoliberal, la violencia contra las mujeres sería un problema posible de resolver e incluso erradicar, lamentablemente, en estas circunstancias no.
Porque además las leyes sólo sirven en este momento, para justificar la violencia del más fuerte y para hacerlo impune; para someter al débil y escamotearle sus más elementales derechos.
Con el predominio de la violencia en todas las esferas de la vida social es normal, sí, normal, que el aprecio por la vida humana se pierda e incluso se valore más la pertenencia de un mueble decorativo.
Mujeres, hombres, niños y ancianos, todos podemos ser arrancados de la vida de una forma cruel y espantosa; la crueldad manifiesta en los asesinatos de mujeres, es también la crueldad de quienes cómplices de muchas maneras de esos actos, se obstinan en preservar este inhumano sistema y defenderlo.
Por lo anterior estamos convencidos de que la única manera de acabar radicalmente con la violencia contra el ser humano y específicamente contra las mujeres, es crear un mundo más digno, más justo, donde las leyes sean expresión de los intereses comunes de la humanidad y no de los intereses económicos, políticos y sociales de unos cuantos.
Esto no significa, de ninguna manera, que la denuncia de lo que sucede en Cd. Juárez no sea de suma importancia, lo es y lo seguirá siendo, pero es importante también, el deber de ir más allá de la creación de conciencia sobre esta problemática; significa que debemos luchar por los derechos de las mujeres, pero también de todos los seres humanos; debemos luchar por sembrar la semilla de un mundo diferente con raíces diferentes.
Pensamos, además, que ya no basta presionar a las autoridades para solucionar este problema; es necesario que nos organicemos para cuidarnos entre nosotros; es necesario que la solidaridad se organice de manera concreta y práctica; es necesario que el temor o la indiferencia de paso a una actividad creadora y creativa que impida el fomento de la paranoia colectiva y el temor paralizante.
La tarea de la denuncia, de la creación de conciencia y organización social es larga y compleja, pero es posible realizarla, no cabe duda.
Para culminar esta intervención deseamos mandar un saludo a todas las personas que dan vida a esta obra y el más fraternal reconocimiento a su valor, a su sensibilidad social y a su solidaridad.
A las madres, hermanas y familiares de las mujeres asesinadas en Cd. Juárez que, con coraje y perseverancia, han tenido el valor de no permanecer calladas, nuestra admiración y respeto.
¡Presos hoy, libres siempre!
A tres años del asesinato de Digna Ochoa y Plácido
Preso de conciencia Antonio Cerezo Contreras.
19 de octubre de 2004