Texto leído por Antonio Cerezo en la presentación del libro.
Presentación en la Fundación Rosa Luxemburgo de la segunda edición del Libro Con el corazón en su sitio, la historia de los hermanos Cerezo.
En la introducción a la primera edición el lector podrá encontrar algunos de nuestros motivos para resistirnos a escribir este libro y hoy tenemos ante nosotros la segunda edición del mismo.
Este hecho nos llena de alegría y al mismo tiempo nos provoca una sensación de que el compromiso de jamás claudicar a la lucha por la dignidad humana es mayor.
Este libro no es como algunas entrañables amistades quisieran la historia de nuestras vidas ni mucho menos la historia de toda nuestra familia, es tan sólo un periodo de la misma sobre la cual escribimos aunque podríamos escribir un libro más sobre todo el trabajo del Comité después de febrero de 2009.
El primer capítulo es muy corto y el lector tan sólo encontrará narrados a grandes rasgos elementos y vivencias que nos hicieron ser las personas que éramos al momento de nuestra detención, aunque nuestra historia personal no haya iniciado en ese momento.
Así pues el lector encontrará básicamente los hechos y reflexiones de la detención, tortura y encarcelamiento…pero también encontrará que existe una negativa permanente de vivir en esos momentos y de vivir de ese pasado, si algo nos disgusta de sobremanera es la pretensión de vivir de ser expresos de conciencia, incluso rara vez, muy rara vez, nos hemos presentado así en un foro o en alguna reunión y mucho menos hemos apelado a nuestra condición de víctimas para sostener la certitud de nuestros juicios o análisis, pues el pasado no puede ser considerado per ser como un sinónimo de rectitud y consecuencia sin el contraste de lo que hoy somos y hacemos, ni mucho menos la condición de víctima puede ser sinónimo de certeza en los análisis y de tener la razón en las solución para los problemas tan graves que hoy enfrentamos.
No nos gusta competir para demostrar quién es la víctima qué más ha sufrido ni mucho menos qué dolor es el más terrible; no es necesario sufrir en carne propia la violencia del terrorismo de Estado para comprometerse con la lucha por frenar esta dinámica de avasallamiento contra el pueblo y sus organizaciones.
Así pues, para desilusión de muchos lectores de la primera edición no encontraron capítulos donde la tragedia fuese narrada con lujo de detalle y si algunos lectores de la segunda edición esperan eso también se desilusionarán.
Antes se continuar con el texto que dirigimos expresamente para los lectores de América Latina y de Centroamérica en específico debemos mencionar dos cosas:
Primero: en nuestro país los presos de la región Loxicha, Oaxaca son presos que están por cumplir 20 años en prisión, todos indígenas zapotecos, todos acusados de pertenecer a un grupo insurgente, todos torturados y con varios periodos de vida carcelaria en penales federales de máxima seguridad. Todos deberían estar libres y sin embargo la saña del Estado y nuestra incapacidad como movimiento social de arrancárselos los mantiene en prisión.
Segundo: nos faltó mencionar que a lo largo de la lucha por nuestra libertad existieron Comités Cerezo en diferentes ciudades del país: Puebla, Morelia, Xalapa, Guadalajara, Oaxaca e incluso uno en Montreal, Canadá, nuestra lucha fue arropada por personas que sin conocer a los presos dieron parte de sus vidas al esfuerzo de vernos libres. Hoy somos distantes de algunas personas que estuvieron en esos Comités, pero no podemos negar ni disminuir el aporte que hicieron en su momento; pero también hoy estamos más cerca de algunas personas que en algún momento fueron parte de los diferentes Comités y en la actualidad no están en ellos porque todos desaparecieron.
Dicho lo anterior van nuestras palabras para nuestros hermanos de América Latina a quienes va dirigida esta segunda edición.
Esta nueva edición es para nosotros motivo de alegría y de nuevas reflexiones.
¿Qué podríamos decirle nosotros a nuestros hermanos latinoamericanos si han vivido cientos de miles de casos como el nuestro?
¿Qué podríamos platicarles si ellos han vivido en el pasado reciente lo más cruel de la represión por motivos políticos y la siguen padeciendo?
Tal vez lo más honesto de nuestra parte es reconocer en principio que la heroicidad de los pueblos latinoamericanos en sus luchas por la vida digna también fueron parte de nuestro pertrecho histórico, moral, filosófico para resistir, pues nos sentimos hermanados con sus luchas y con sus aspiraciones de autodeterminación, tal vez, porque la misma bota nos oprime el cuello y pretende que renunciemos a la solidaridad entre los pueblos que luchamos.
Tal vez…seguramente conocen ya nuestro dolor y conocemos el suyo, no ahondaremos en las enseñanzas que nos dejaron para luchar y resistir ni pretendemos enseñarles nada, pues fueron en muchos aspectos ejemplo de dignidad y resistencia en contra de las técnicas que todos nuestros gobiernos han aplicado para destruir a quienes han considerado sus “enemigos”.
Pero si queremos hablarles, hermanos, del presente que inevitablemente es resultado de un pasado.
Hace 40 años México fue un país de asilo para muchos perseguidos políticos, acogió a personas que tuvieron que abandonar todo en sus países para salvar la vida. Esta supuesta benevolencia del Estado fue perversa, pues era la forma de ocultar los crímenes que cometía contra parte de su población, con ella pretendía ganarse el silencio de quienes tenían la calidad moral para denunciar esos hechos.
Deben saber hermanos que como pueblo también los acogimos que en México se conformaron decenas de comités de solidaridad con las luchas de Nicaragua, El Salvador, Guatemala y posteriormente de Perú y Colombia, que decenas de mexicanos fueron a sus países a luchar y allá murieron regando con su sangre la flor de la solidaridad entre los oprimidos.
México nunca ha sido ni es la única democracia en América Latina, sin tener dictaduras militares la represión por motivos políticos siempre ha existido y hoy se exacerba contra el pueblo que se opone al mismo mal que nos aqueja: la profundización del neoliberalismo.
México, mejor dicho, la política del Estado mexicano ha cambiado y ustedes lo viven en carne propia, la política de sellar la frontera de los Estados Unidos desde Chiapas han traído consigo muerte y terror a nuestros hermanos en su paso por nuestro país, pero no es el pueblo quién apoya esta política de terror, los mexicanos (no todos, lo sabemos), los más sensibles hemos tendido la mano a los migrantes y varios defensores de migrantes por ese hecho han recibido amenazas, ataques y algunos ya han sido ejecutados extrajudicialmente.
Otros nos dedicamos a luchar porque nuestro gobierno cambie y sirva a los intereses del pueblo y cumpla con sus obligaciones de garantizar, proteger y promover los derechos humanos, estamos conscientes que si logramos eso, ustedes serán respetados en su paso por nuestro país, que no vivirán las atrocidades que hoy compartimos: unos por migrar, otros por organizarnos o por simplemente habitar en lugares donde los intereses económicos o políticos de algunas empresas y funcionarios se implantan para obtener ganancias a costa de la explotación del territorio y de la fuerza de trabajo de los hombres y mujeres necesitados de comida y de justicia.
No es muy difícil imaginar la reacción de quienes lean este libro, pues existen varias generaciones con vivencias diferentes, no será la misma reacción la de un joven latinoamericano de 18 años a la de un viejo de 60 que participó en los procesos de lucha contra las dictaduras en sus respectivos países. Nos intriga un poco saber qué podríamos aportarles a ambos, pues de pronto ante la gran tragedia actual y las pasadas, nuestra vivencia puede parecer insignificante.
Sin embargo tenemos una convicción que nos motiva a escribir estas líneas: quienes pretendemos vivir y luchar con dignidad, estemos donde estemos y del país que seamos nos vamos a identificar en la esperanza y en la construcción de un futuro de esperanza para la humanidad.
Ninguno de nosotros asumirá este presente con indiferencia, ninguno de nosotros verá la desgracia ajena con desdén, ninguno de nosotros permitirá que la memoria de dignidad y entrega total de miles de personas ejecutadas extrajudicialmente, torturadas, encarceladas o desaparecidas de manera forzada se pierda por nuestra inactividad o nuestro miedo.
No sólo nos une la desgracia y el dolor; no sólo nos une ser víctimas de las violaciones permanentes y sistemáticas de gobiernos insensibles; nos une sobre todo una historia común de lucha y resistencia y es por eso que deseamos que este libro contribuya a que conozcan un pequeñito episodio de esa historia común que nos hermana en la dignidad y en la resistencia ante la adversidad.
Para terminar esta presentación debemos plasmar una cosa más: después de escuchar diferentes opiniones sobre la primera edición y reclamos por no haberla escrito antes pedimos una disculpa a todas aquellas personas que no fueron mencionadas con sus nombres y con sus contribuciones para vernos libres.
Somos sinceros de muchas no conocíamos sus nombres, de otras es imposible olvidarlos como el de Humberto, Carmen, Gumaro, David, amigos, hermanos, compañeros que sin ser parte del Comité nos abrigaron, nos apoyaron, confiaron en nosotros, en nuestro trabajo, no podríamos nombrarlos a todos, necesitaríamos un capítulo para los nombres. Pero todos están con nosotros, continúan con nosotros y son un elemento más para no abandonar la lucha por la defensa y promoción de los derechos humanos de nuestro pueblo.
Gracias a todos, los que luchamos nos encontramos y si no es así no importa, sabemos que tarde o temprano nuestros pueblos podrán forjarse sociedades más justas, más libres, más igualitarias y podrán romper con el paradigma de que el capitalismo es la única opción viable para el supuesto progreso de la humanidad.
México, Distrito Federal, agosto-septiembre de 2015
Texto leído por Emiliana Cerezo
UNA HISTORIA DE FAMILIA
A mi padre y a mi madre.
“…así que por el momento, lo único que les puedo mandar
es la rolita
que ejecuta mi corazón
con el ritmo de su latir”
Emiliana Cerezo Contreras
Y es que es verdad o al parecer todavía no hay nada escrito formalmente sobre la historia familiar. Habrá suposiciones, deducciones; versiones de todo tipo, desde las más truculentas hasta las más complacientes, incluso y por qué no, ha de haber uno que otro chisme. Nada importante para el desarrollo de nuestro trabajo.
La historia de nuestra familia la hemos contado por pedacitos, aunque el anecdotario familiar es bastante largo y generalmente se ha quedado en los lugares y momentos en los que departimos con nuestros compañeros y la gente en general.
Nosotros, una servidora y mis 4 hermanos nacimos y crecimos con los sucesos de finales del siglo XX y el principio de este siglo. Sobrevivimos al “fin de las ideologías”, por alguna razón estamos aquí. Nuestra historia es complicada (qué historia no es complicada) de contar ya que hay un antes y un después. El antes: la niñez; la adolescencia de los 5, las sobremesas largas y divertidas donde no faltaban las anécdotas y las risas sobre todo, con ese humor mordaz, -ácido, dirían algunos- característico de la familia y de algún modo se colaban las enseñanzas que en la práctica se consolidaban en el trabajo con la gente, como por ejemplo cuando ayudábamos en las faenas de la colonia incipiente en la que crecimos Paco y yo, quienes después decidimos independizarnos muy jóvenes, los demás siguieron en cadenita pasando por Antonio, Hector hasta Alejandro.
El después: el principio del siglo XXI, el parteaguas, brutal. De tajo otra etapa de nuestra historia como familia, los intercambios epistolares con nuestros padres que si mal no recuerdo inició Antonio, la formación del Comité, las amenazas, mi locura, y sin embargo sigue la historia, aún sin mamá y papá físicamente cerca de nosotros, pero eso sí, bien presentes. Voy a citar a una gran persona Beatriz Torres, directora del CAMENA, admirada y querida por nosotros: “… los hermanos Cerezo son como los cinco dedos de una mano que se tiende generosa para quien los necesita y se cierra como un puño para denunciar la injusticia y la impunidad, un puño que busca la verdad y la justicia…”, es cierto, sin embargo lo hemos sabido desde hace mucho tiempo y así lo hemos asumido, no nada más son los lazos consanguíneos los que nos unen, sino también los lazos afectivos fortalecidos y reconocidos en el trabajo y por eso mismo la familia, nuestra familia no somos únicamente los que nos apellidamos Cerezo Contreras (hay que darle su lugar a mi madre), Cerezo Aguilar, Cerezo Salgado, nuestra familia ha crecido con compañeros y compañeras que han estuvieron con nosotros y los que ahora están, con esto quiero decir que hoy por hoy el Comité Cerezo México es una gran familia, y que sólo somos un grano de arena de esta gran playa llamada pueblo.
Esta familia de la cual me siento sumamente orgullosa ha optado andar por el camino de la dignidad pase lo que pase. Seguimos escribiendo nuestra historia. Sin embargo, espero poder empezar a escribir la historia familiar un día, de manera formal, creo que se lo debemos a las nuevas generaciones para que sepan de dónde vienen.
22 septiembre 2015
Emiliana Cerezo Contreras