Minutos después preguntaron que quien sabia usar la computadora, respondí que yo sabia, en ese momento me condujeron al cuarto de la casa, ahí me dijeron que donde estaba el hidrogel, yo les respondí que no sabia que era eso, me sentaron en la silla de la computadora y me obligaron a prenderla. Mientras prendía la computadora me decían que me iban a matar y que me iban a llevar al campo militar No. 1 para torturarme hasta que confesara.
Un policía me puso la pistola en la sien, una vez prendida la computadora uno de la PGR empezó a usar la computadora y me preguntó por unas claves, yo le dije que no sabía claves de qué. En ese momento un policía que estaba a mi espalda me agarró los cabellos que están arriba de la nuca y me comenzó a jalonear hacia arriba, después me agarró el cabello de diversas partes de la cabeza y me jaloneaba haciendo círculos, yo grité fuertemente. “Me están torturando, me están torturando”. Al oír eso, los de la PGR me colocaron una bolsa de plástico en la cabeza tratándome de ahogar, instintivamente quise quitarme la bolsa con las manos, en respuesta a eso me esposaron las manos en la espalda, las esposas eran de plástico blando, de las que no se quitan, a no ser que se corten. Nuevamente me colocaron la bolsa en la cabeza tratando de ahogarme, yo trataba de morder la bolsa para que entrara aire, pero me pegaban con los puños en el estomago, como sentía que me estaba ahogando quise pararme de la silla, pero no pude, logre morder la bolsa y pude respirar un poco, segundos después agarraron una bolsa de plástico grueso que estaba en la casa, la bolsa traía tunas no peladas, los de la PGR sacaron las tunas y me colocaron esa bolsa en la cabeza. Al sentir que me ahogaba traté de pararme nuevamente, pero me azotaron en el piso golpeándome en la boca y en la parte superior del labio en donde me salió sangre. Después me quitaron la bolsa de plástico y me volvieron a sentar en la silla y me vendaron los ojos.
Hasta ese momento se identificaron como miembros de la PGR, me decían que si no cooperaba con ellos me iban a desaparecer y que por meses o por años me iban a torturar con toques eléctricos, pocito y golpes, me decían que si el Che Guevara había hablado yo también lo haría, que todos teníamos un limite y que ellos me harían llegar a mi limite, que iban a torturar a mi hermano enfrente de mí y que si yo cooperaba a mi me iban a presentar ante el ministerio publico, pero que a mi hermano lo iban a desaparecer.
Me decían que donde estaban las bombas y las armas, yo les decía que no sabía de que me estaban hablando. Me golpeaban en el pecho y en el oído izquierdo con las palmas de las manos, me jalaban las orejas y las patillas.
El policía que siempre estaba detrás de mí me presionaba con sus nudillos atrás de las orejas, esto lo hizo como unas seis o siete veces, también presionaba con sus manos la nuca, el cuello, la clavícula y la parte de la espalda donde se une con la nuca, yo gritaba, pero cada vez que lo hacia me amenazaban con mas golpes.
En todo este tiempo yo escuchaba que a mi hermano Antonio el cual estaba en otro cuarto también gritaba y se quejaba, escuchaba que lo estaban también torturando. Los de la PGR me decían que iban a agarrar a toda la familia y que la iban a llevar al campo militar No 1, me decían que yo era inhumano porque al no decir o confesar donde estaban las bombas permitía que torturaran a mis hermanos, también decían que yo era el culpable de que ellos fueran unos monstruos y que si yo cooperaba ellos me ayudarían. Yo les decía que era estudiante de la UNAM, que estaba estudiando filosofía y que no sabía nada.
A las 12 horas aproximadamente “medio día” me quitaron las esposas y la venda de los ojos, dos horas estuve sentado con la cabeza hacia abajo, vendado y esposado, el dolor de la nuca realmente era insoportable. Después del medio día pude observar a algunos de la PGR, otros usaban pasamontañas. Desde las 12 a.m. hasta las 4 o 4:30, me interrogaron por turnos, fueron como cuatro o cinco personas las que me interrogaban. Escuche que uno de ellos era de la SEDENA, él quería que yo confesara donde estaban las bombas y quién me había entrenado, este militar no hablaba como los demás, su acento me pareció extranjero, usaba muchos modismos que nunca antes había escuchado.
Aproximadamente entre la una y las dos de la tarde me colocaron los brazos hacia enfrente y me colocaron las esposas nuevamente. Durante todos los interrogatorios nunca dejaron de amenazarme con más tortura, con desaparecerme, en todo este tiempo rara vez pude alzar la cabeza, la tenía que mantener hacia abajo todo el tiempo, me preguntaban que donde estaban mis papas, que si los entregaba me iban a ayudar, pero que si no lo hacia, me iban a dar 30 o 40 años de condena, yo les decía que no sabía, se enojaban y me pegaban “con los nudillos me presionaban atrás de las orejas y con las palmas me pegaban en el pecho”.
Alrededor de las 4 y media o cinco de la tarde entraron con mi hermano Alejandro, me dijeron que si yo lo conocía y les respondí que sí. A las 5 o 5 y media nos pusieron toallas en la cabeza y nos subieron en una camioneta que al menos en el interior era blanca. Aproximadamente a las 6 p.m. llegamos a la PGR, subdelegación Azcapotzalco, ahí nos quitaron las esposas y la toalla de la cabeza, nos realizaron un examen médico y nos condujeron a los separos en donde se nos dijo que en cualquier momento podrían llegar los militares por nosotros e íbamos a valer madres, alrededor de las dos o tres de la madrugada del día martes 14 nos pidieron rendir declaración a lo cual nos reservamos el derecho por no contar con un abogado de confianza. En las doce horas que estuve en la casa no me dejaron ir al baño ni me dieron agua o comida.
Héctor Cerezo Contreras.