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“Hablo desde mi privilegio”: Semántica y discurso de la desmovilización, la enajenación y la invisibilización de la lucha de clases

Lunes 9 de enero de 2023, por Comité Cerezo México

Desde hace un tiempo, cuando le pregunto a los estudiantes o a otras personas qué prefieren, con qué se acomodan más o qué opinan de ciertas directrices de las autoridades, algunos comienzan o rematan su opinión diciendo cosas como “a lo mejor yo hablo desde mi privilegio de tener internet” o “claro, yo lo veo así desde mi privilegio de vivir cerca de la Universidad”. En términos generales, lo que los hablantes intentan es mostrarse comprensivos con las otras necesidades y realidades de sus compañeras y compañeros, reconocer otros puntos de vista e incluso ser corteses y no imponer su opinión como la única posible, sin embargo, detrás de este sutil y en apariencia inofensivo comentario, incluso detrás de ese acto de cortesía y solidaridad para con las otras condiciones, se esconde un discurso que no hace sino enajenar (aunque se piense que es un discurso socialmente comprensivo) e invisibilizar la lucha de clases, llamar al desánimo y destacar que aquellos que tienen lo que apenas es necesario para vivir dignamente, lo que cualquiera debería tener, tienen de más, es decir el perfil lingüístico destaca como anormal tener lo necesario en lugar de destacar como anormal no tener lo que es mínimo.

El objetivo de esta reflexión es exponer la manera en la que esta peculiar noción de privilegio se impone como un mecanismo de desdibujamiento de los derechos humanos y, por tanto, como una forma de consolidar una noción ahistórica y poco científica que solamente llama a la desmovilización en la medida en que se oculta a los verdaderos actores de la historia, se naturaliza que unos tengan ciertas condiciones materiales (incluso como algo vergonzoso) y otros no y, finalmente, se disfraza una invisibilización de la lucha de clases por medio de un discurso pseudo comprometido con lo social. Al tiempo que se dice nada o muy poco de quienes verdaderamente tienen mucho más de lo que necesitan, es decir, de quienes en realidad viven con base en los privilegios del despojo de las mayorías. Por lo tanto, el objetivo es reflexionar acerca de las razones y consecuencias ideológicas que hay detrás de la concepción de este uso de la palabra privilegio para hacer referencia a condiciones y situaciones muy concretas de nuestra realidad cotidiana.

Para lograrlo, realizaremos un análisis breve y superficial que, en algunas ocasiones, recurre de manera muy somera a nociones semánticas y discursivas con el objetivo de sustentar esta opinión cuyo marco teórico es el marxismo y el materialismo histórico. En tanto que este trabajo se inclina más hacia el formato de un texto de opinión, no recurriremos a una metodología rigurosa, ya que el objetivo es analizar cómo detrás de este tipo de expresiones se encuentra un sistema ideológico neoliberal, cuyo objetivo es normalizar lo que no es normal y ofrecer una falsa opción de compromiso social que sólo se compone de reconocer en el discurso que muchos tienen menos que yo, pero sin hacerlo de manera crítica, sin comprender a los derechos humanos como derechos, sino como privilegios y mercancías. El resultado es la desmovilización y las ideas y concepciones falsas que no hacen sino adaptarnos, desmovilizarnos y justificar como natural los valores, ideas y conocimientos que sustentan el modelo neoliberal.

Ahora bien, es importante aclarar que lo que está en discusión y será evaluado en este trabajo no es el uso “correcto o incorrecto” de los hablantes no cómo deben o no decirse las cosas. Evidentemente la lengua la hacen los hablantes y no se trata de extender una opinión normativa, no intento demostrar que los hablantes hablan mal, lo que intento mostrar es que existe una confusión entre el efecto disfemístico que se hace (y ojo con muy buenas intenciones y de hecho por la necesidad de mostrar lo injusto de la realidad) y que sí existe, con un efecto transformador o revolucionario (que es el que considero que no existe en tanto que el uso del concepto privilegio no desafía la ideología burguesa tal y como está siendo usado). Aprovecho para decir que agradezco inmensamente a mis alumnes, mis principales interlocutores en esta discusión, todas sus aportaciones y opiniones en la medida en que me ayudaron a notar que sí hay efectos que se prestan para pensar que usar eso de “privilegio” en los casos concretos a los que haré referencia funcionan para mostrar la cruel realidad capitalista. Si bien no estoy de acuerdo con su lectura, comparto con elles la convicción de que cada hablante tiene derecho a decir las cosas como se les pegue la gana; de que transformar las formas de nombrar llevan a reflexiones que pueden cambiar a las personas que somos las que podemos cambiar el mundo; comparto también la solidaridad y comprensión con la que notan que nos desenvolvemos en un mundo injusto, en donde la riqueza de muy pocos resulta incluso obscena mientras las grandes mayorías se mueven en una pobreza alarmante.

¿Qué es un privilegio? El significado literal del privilegio como parte de la superestructura jurídica de la opresión

La palabra privilegio del español, derivada del latín privilegium, es un concepto específico emanado del derecho y que significa “la exención de una obligación o venta exclusiva o especial de la que goza una persona por concesión de un superior y que está reconocida jurídicamente en la exención que otorga una autoridad superior o en alguna ley”, de hecho su significado literal en latín es “ley privada para una persona o grupo de personas” que supone un trato legal exclusivo y que es diferente al de la mayoría de la comunidad. Los privilegios están, a través de la historia, asociados con las clases dominantes. Durante el esclavismo, por ejemplo, la ley suponía que sólo ciertas personas, (las esclavistas) tenían el privilegio de poder tener propiedades y funciones políticas y legales, eso es un privilegio en tanto que es una condición reconocida legalmente sólo para un grupo reducido de personas que daba un trato exclusivo a los ciudadanos que eran dueños de los esclavos y esclavas. Durante la Edad Media, el privilegio suponía que el Rey o señor feudal otorgara ciertas exclusividades a una persona, como por ejemplo la posesión de una gran extensión de la tierra o un título nobiliario que la exentaba, como persona privilegiada, de tener que pagar tributos, o de tener que cumplir con las obligaciones que tenía la mayoría o que le permitía gozar de cosas que estaban prohibidas para la gran mayoría.

Los privilegios como mecanismos de la clase dominante a través de la historia

En teoría, los privilegios se constituyen como mecanismos de la superestructura (el derecho) que no hacen sino cumplir con la misma función del Estado: regular, proteger y garantizar el mantenimiento del poder por parte de la clase opresora, pero, en este caso, por medio de ideas, leyes y nociones que justifican, naturalizan, presentan como normal, como legal el poder y las ventajas que la clase dominante resguarda para sí y que no hacen sino extender y perpetuar las ventajas que su apropiación de la riqueza socialmente producida les trae. Los privilegios que caracterizan cada periodo de modo de producción, en la medida en que son reflejo complejo (no simple reflejo), de la forma de producción, terminan por convertirse, también, en elementos contradictorios, limitaciones para las nuevas formas de producción y, por lo tanto, así como el modo de producción anterior por sus limitaciones comienza a generar contradicciones, los privilegios que sustentan esos modos de producción se vuelven elementos ambiguos, pues los seres humanos que hacen la historia (fundamentalmente las clases oprimidas) comienzan a cuestionar y a desafiar su existencia y a luchar en contra de ellos. Las revoluciones, cuando realmente lo son suponen la transición de antiguos privilegios en nuevos privilegios para la nueva clase que se ha hecho con el dominio del poder y los nuevos medios de producción.

La Revolución Francesa es un buen ejemplo: los privilegios que emanaban sólo de las facultades jurídicas atribuidas a la monarquía no sólo permitieron que ésta garantizara sólo para sí el poder político y económico, sino que con el tiempo se convierten en un freno para el desarrollo de los burgueses, quienes se ven sometidos, pese a la acumulación de dinero que tienen, a tener que pagar impuestos y tributos a los monarcas, además de verse afectados por la falta de mecanismos para poder acceder a puestos jurídicos y políticos que les permitan modificar las leyes para conservar su propia riqueza, por lo que, como clase revolucionaria en contra del feudalismo, al arrebatar el poder político y económico a la monarquía, le arrebatan también la posibilidad de ser la única que puede establecer los privilegios para sí misma, aunque después pacte con ella. Bajo el discurso de Libertad, Igualdad y Fraternidad, los intereses de la clase burguesa se presentan como los intereses de todas las clases dominadas por la monarquía, las limitaciones de los privilegios impuestos por el sistema feudal, como limitantes que “hermanan” a todas las clases no dominantes de ese momento. Sin embargo, una vez que el descontento generalizado ha sido aprovechado para que los desposeídos luchen contra el sistema feudal y sus representantes, la clase burguesa busca imponerse como la nueva clase dominante y, por lo tanto, se ve en la necesidad de normar y garantizar que así sea, que nadie pueda arrebatarle el poder económico y político, lo que se ve con claridad en el documento Los derechos del hombre y el ciudadano en donde queda claramente estipulado que únicamente es hombre y ciudadano garante de derechos aquel que es hombre, blanco y tiene propiedades (una forma de normar el privilegio de ser ciudadano). Los derechos, en la medida que sólo son reconocidos para quienes cumplen estas condiciones (una minoría) acaban siendo privilegios que resguardan el poder de los hombres de la minoría burguesa.

Si el lector piensa que lo que quiero afirmar entonces es que actualmente no hay privilegios, se equivoca, por supuesto que en nuestra sociedad actual (aún capitalista) hay privilegios. Por ejemplo las leyes que permitían que los militares sólo pudieran ser juzgados por sus propias instituciones legales, son un privilegio, el privilegio de que un sector específico no tenga que rendir cuentas ante las leyes civiles que gobiernan a la gran mayoría; los mecanismos jurídicos como las concesiones no hacen sino resguardar privilegios, por ejemplo el privilegio que tienen las refresqueras como, la Coca Cola o Bonafont, para extraer agua de nuestros mantos acuíferos sin pagarla a un precio justo (casi regalada) para elaborar una mercancía (por cierto dañina para nuestra salud) que, aunque ha sido elaborada con nuestra agua, nos es vendida, dicho de otra manera hay grandes empresas cuyos dueños tienen el privilegio de apropiarse particularmente de los recursos naturales y lo hacen cobijados bajo leyes que muestran esto como legal (llamándole concesión al despojo).

Un último ejemplo, hace poco más de tres años trabajé para una reconocida Universidad particular que me contrató para maquilar una investigación, cada semestre mientras laboré ahí, cuando me iban a pagar (por honorarios) se reusaban a pagar tanto el IVA como el porcentaje del ISR que les corresponde como patrones, bajo el pretexto de que yo no era una trabajadora, sino una proveedora (de mano de obra, otro bello eufemismo para no reconocer las relaciones laborales) y cada semestre tengo que pelear con ellos porque dicen que si me pagan sólo todo el IVA yo gano más, la cosa es que vivimos en un país donde la ley estipula que el pago del ISR corresponde al patrón, pero esa misma ley supone que cuando hacienda detecta que un patrón no ha pagado el ISR a quien citarán, multarán y castigarán es al trabajador, ¡no a quien tiene la responsabilidad legal de ese pago! Eso es un privilegio, el privilegio que tienen los patrones de no cumplir con la ley sin enfrentar las consecuencias legales.

Mientras haya clases, mientras haya un dominado y un dominador, los privilegios tienen que existir para garantizar al dominador su riqueza y su mismo papel de dominador. Es más, el sistema capitalista funciona basado en un privilegio: el privilegio del dueño o el patrón de robar la riqueza producida por el trabajador (plusvalor), privilegio que se justifica con la idea de que sin su empresa y toda la maquinaria de la que él es dueño, no se podría producir ni tener trabajo. Es un privilegio en la medida en que es una exención, una ley exclusiva para los dueños de empresas y fábricas, y es la ley sobre la que se soporta el misterio de las grandes ganancias que se acumulan en pocas manos en el sistema capitalista.

Privilegios contra derechos: la lucha de los pueblos por acabar con los privilegios de las minorías convirtiéndolos en derechos de las mayorías

Ya hemos visto como, históricamente, las clases dominantes presentan ciertos privilegios como derechos de aquellos sectores minoritarios que detentan el poder. Es decir, en muchos periodos y tiempos encontraremos que la palabra derecho ha sido usada como un eufemismo de la palabra privilegio. Se usa así cuando las clases dominantes hacen referencia a aquellas condiciones que legal o ilegalmente (por usos y costumbres) garantizan sólo para sectores muy minoritarios de la población. Sin embargo, este uso eufemístico se vuelve mucho más tramposo en la transición al sistema capitalista debido a las nuevas condiciones de producción y reproducción de la vida. En el capitalismo, en apariencia, todas las personas son libres e iguales y todas tienen derechos humanos, por ejemplo, a la propiedad privada, siempre y cuando tengan el dinero necesario para comprarla (la restricción que implica que una mayoría de la población no tenga propiedad privada nos hace cuestionarnos si realmente es un derecho para todos como dicen los burgueses). La libertad y la igualdad burguesa es una libertad e igualdad limitada para las grandes mayorías que no son dueños de nada más que de sus manos y que deben ofrecer su fuerza de trabajo a diario para sobrevivir o bien, pueden, haciendo uso de su amplia libertad, decidir morir de hambre y condenar a eso mismo a su familia: ¡he ahí la libertad de las mayorías!

Por otro lado, esa libertad e igualdad es ilimitada para quienes son los dueños de los medios de producción, porque en el mundo capitalista, los burgueses pueden comprar todo en la medida en que tienen el dinero suficiente para hacerlo. De esta manera lo que se presenta como un derecho para toda la población, en los hechos es un derecho del que sólo puede gozar una parte de la población, muchas veces muy mínima, debido a que la realización de esa libertad e igualdad está condicionada a tener el dinero suficiente para poder tener la libertad y la igualdad para, por ejemplo, comprarse una casa con un tamaño y condiciones higiénicas y dignas para una familia de cuatro o cinco personas.

Cuando un “derecho”, gracias a las leyes que la misma burguesía maneja a su antojo y conveniencia, supone una condición que está reservada únicamente a un sector muy minoritario de la población, la palabra derecho no es sino un eufemismo de un privilegio. Sin embargo, de la misma manera que el privilegio es un arma de las clases dominantes para mantenerse en el poder, la noción de derechos y más específicamente la de derechos humanos se convierte en un arma que utiliza el pueblo trabajador en su lucha por mejores condiciones de vida. La noción de derechos humanos, idealmente, en abstracto, surge como una noción para aniquilar el privilegio, es decir los mecanismos jurídicos y de uso de la violencia para garantizar el acceso de ciertas condiciones materiales e inmateriales necesarias para la vida digna únicamente a la minoría dominante.

Los derechos humanos (con todo y sus naturales limitaciones) son un arma que han empuñado los pueblos en su anhelo de liberación para justo aniquilar los privilegios, los derechos humanos por su carácter de universales, interdependientes, inalienables, irrenunciables, disuelven la idea de privilegio y presentan un concepto de condiciones materiales necesarias para vivir dignamente como una forma de confrontación contra los privilegios. De hecho, durante el periodo de la Guerra Fría, la confrontación de los proyectos capitalista y socialista mostró claramente esto: mientras que el centro de la idea de derechos de las sociedades capitalistas enarboló la idea de derechos individuales que en los hechos estaban garantizados únicamente para los dueños de medios de producción (el derecho a la propiedad privada y la libertad de vender y comprar); el proyecto socialista puso en el centro la noción de derechos colectivos entendidos como condiciones indispensables que el Estado debía garantizar a las grandes mayorías de la población (para que realmente fueran derechos), al pueblo trabajador sin ninguna condición, más que la de formar parte de esas mayorías trabajadoras. Hecho que quedó resumido bajo la famosa frase de “quien no trabaja no come”. Es decir, los pueblos luchan por develar que aquello que en las leyes burguesas se concibe como un derecho no lo es en la medida de que no está garantizado para las mayorías debido a que el Estado no asume sus responsabilidades para garantizar esas condiciones. Al luchar en las calles por visibilizar las inconsistencias que muestran que los derechos escritos en sus propias leyes, el eufemismo de los derechos, los pueblos ensanchan el concepto de vida digna y logran así mejores condiciones para el pueblo trabajador obligando a los estados a hacerse responsables de esas condiciones.

La extensión semántica del privilegio…. Una noción que oculta y estigmatiza los derechos humanos

¿De dónde proviene la magia de comenzar a llamar privilegios a los derechos de las grandes mayorías de la población en México? En la vida diaria, nosotros podemos escuchar frases como “Tuve el privilegio de tomar clases con él” y “Somos privilegiados porque tenemos salud”, el sentido y significado de privilegio que se usa así es otro y quizá uno de los títulos de una famosa telenovela mexicana se encargó de propagarlo: “El privilegio de amarte”. ¿De dónde viene esta noción de privilegio que se aleja de su significado a la letra?

Pareciera que existe un fenómeno de extensión en el significado de la palabra privilegio, es decir, las personas comenzamos a usar la palabra privilegio para denotar o hacer referencia a ciertas características, facultades, dones naturales que destacan en una persona, por ejemplo: “Tiene una voz privilegiada” y “curiosamente” junto con esta extensión de significado se ha extendido para incluir una serie de condiciones que se tienen, aparentemente, “por suerte o fortuna” y que nos hacen dichosos o que nos dotan de mejores condiciones que las que tienen los demás. La extensión semántica se explica de manera muy clara si comprendemos el significado literal de privilegio. Tengo el privilegio de no pagar impuestos implicó, en términos semánticos que el sentido de la palabra se asociara y acercara a conceptos como suerte, dicha, fortuna.

El patrón, mientras lanza sus órdenes implacables contra nosotros y nos avisa de la reducción salarial cierra con una memorable frase “Recuerden que son privilegiados por tener trabajo en medio de una pandemia en la que mucha gente no sólo ha perdido su salud, sino su trabajo”, dicho de otra manera, nos está diciendo, tienen la suerte de tener trabajo, no la vayan a desperdiciar con una huelga, quejas innecesarias, etc. porque afuera hay miles que aceptarían mis miserables condiciones. Esta extensión semántica que ha sufrido la palabra privilegio soporta el proceso de invisibilización que queremos develar y muestra la manera en la que asumimos que los privilegios son una cuestión azarosa, incontrolable y fuera de nuestro alcance. Pero no es éste el único efecto traído, sino sólo el que depende del ensanchamiento del significado semántico.

Otro de los efectos que trae este uso, muestra la manera en la que la ideología capitalista neoliberal nos ha impregnado hasta los huesos, muestra la manera en la que, en el violento mundo neoliberal, las minorías tienen “derechos”, mientras que mi vecina es “una privilegiada porque tiene una plaza en su trabajo y gozará de una jubilación luego de largos años de trabajo”. Es decir, la extensión semántica trae consecuencias ideológicas graves en las que el goce de ciertas leyes y los mecanismos que garantizan que sólo una minoría tenga acceso a condiciones mucho más que necesarias para vivir dignamente es llamada derecho, mientras que el mínimo acceso a ciertos derechos humanos, cuando se trata de beneficiar a las grandes mayorías del pueblo trabajador es llamado privilegio con toda la carga de estigmatización que salta a la vista, al denotar que alguien tiene de más. ¡Los privilegiados somos nosotros que sobrevivimos con salarios miserables, con servicios de salud desmantelados y sin goce de vacaciones ni seguridad social, mientras que las grandes refresqueras y cerveceras hace uso de su derecho a robarse el agua de este país! Así de grave es esta extensión semántica: invierte los sentidos reales de la lucha de clases y de lucha de los pueblos. Esto se debe a dos de los fenómenos lingüísticos que se desprenden de la extensión semántica (y que no analizaremos a profundidad pues no es el objetivo de este análisis): el perfilamiento que genera el uso de privilegio para hablar de derechos y el disfemismo de hablar de las condiciones de vida digna.

Abordaremos brevemente el perfilamiento debido a que esto permitirá comprender quizá con más detalle en qué sentido es que no funciona el usar privilegio tal y como las personas piensan. El perfilamiento, también conocido como focalización o bien fondo y figura es un efecto cognitivo que se puede manifestar en estructuras lingüísticas. Es decir, las lenguas nos dan la oportunidad de describir una misma imagen focalizando elementos distintos y generando efectos concretos en la comprensión. Un buen ejemplo es la famosa frase de Sor Juana “no estudio para saber más, sino para ignorar menos” cuya brillantez reside en perfilar una dirección contraria a la que tradicionalmente se asume como el objetivo de estudiar, lo que se muestra en la siguiente imagen:

Como podemos ver en la imagen 1, mientras que la frase tradicional supone poner en el foco el progreso, lo que se gana, la frase de Sor Juana perfila lo que queda atrás, lo que se pierde en el camino de la ignorancia, perfilando así el objetivo de ignorar menos que no es lo mismo que saber más, aunque es igual (como diría Silvio). No es lo mismo focalizar como privilegio tener condiciones dignas como si eso fuera tener de más que focalizar el tener condiciones dignas como si fueran derechos.

Un disfemismo es un fenómeno de la interfaz léxico pragmática en la que se utiliza un término para intencionalmente hablar de un tema tabú, es decir mencionar, traer por medio de la voz una cosa de la que socialmente no se habla con la intención justamente de lograr un efecto a partir de decir con explicitud lo que no se dice. Después de un rato de usar eufemismos que nuestro interlocutor no entiende, podemos, desesperados, usar el disfemismo “Que van a coger, pues”. Al menos en la cultura mexicana es tabú hablar directamente de tener mucho (en términos de posesiones) y es de mal gusto hablar de la pobreza, lo que genera que aparezcan eufemismos para ambos sectores, aunque parece haber mayor peso para no hablar de la pobreza, no decirle pobre al pobre. En ese sentido, el término de usar la palabra privilegio para hablar de una maquiladora que gana menos que el mínimo sólo por tener un trabajo y vivir cerca de la fábrica, es evidentemente un eufemismo, pero cuando se usan frases como “lo digo desde mi privilegio de tener internet” privilegio funciona como un disfemismo (de ahí proviene el acto de cortesía y empatía que genera tal frase), el interlocutor está dispuesto a hablar y reconocer algo que él tiene y “no debería tener” o se avergüenza de tener porque sabe que casi nadie lo tiene. ¿Notan ya el truco?

El truco está en hacernos creer que cuando hablamos de nuestras condiciones dignas de vida (derechos) estamos realmente señalando privilegios lo que, en apariencia, como bien me han dicho muchas alumnas, devela la injusticia de que no todos tengan internet. El truco reside en que no estamos señalando los verdaderos privilegios con esa palabra: no hablamos del privilegio de Salinas Pliego de robar a sus trabajadores y de no pagar impuestos, sino hablamos del modesto internet que pagan en mi casa con el esfuerzo del trabajo de mi familia. El disfemismo se nos deshace en las manos, al creer que estamos señalando claramente la injusticia de un sistema que está hecho para que no todos tengan luz, internet ni salud, lo que estamos señalando es como injusto que una persona que pertenece al pueblo trabajador tenga internet, agua, o viva cerca de su trabajo o escuela. No estamos develando así los privilegios que soportan el sistema capitalista, sino los derechos que el pueblo trabajador ha arrebatado en sus luchas y con sangre, y los estamos señalando como si fuera malo, injusto, tener lo mínimo (como si eso fuera tener de más) el problema en parte está en la direccionalidad de lo que perfilamos.

Consecuencias discursivas e ideológicas de pensar que los derechos son privilegios

La extensión semántica de privilegio hasta alcanzar nociones como las de derechos humanos, supone, en el uso del lenguaje, la manifestación de un fenómeno discusivo más profundo en el que ocurren varios movimientos discursivos interesantes que tienen por objetivo la reproducción de la ideología capitalista neoliberal. A continuación, los detallaremos:

a) Invisibilización de los verdaderos privilegios. Como ya hemos visto en algunos ejemplos, si comenzamos a llamar privilegio a todo derecho humano, una de las graves consecuencias es que ya no podemos destacar los que sí son privilegios de los que no lo son. Piense usted nada más que no hay comparación entre el dizque privilegio que tienen mis vecinos de la colonia de al lado porque, aunque sea por tandeo, tienen agua con el verdadero privilegio que tienen las refresqueras de robarse millones de litros de agua. Si todo o casi todo es un privilegio, los verdaderos privilegios dejan de ser comprendidos como ejercicio del aparato jurídico de manera dolosa para volver legal y otorgar privilegios a la clase poseedora. Sin embargo, el objetivo de nombrar a los verdaderos derechos humanos privilegios consiste en invisibilizar, ocultar los verdaderos privilegios por medio de los cuales a diario nos explotan, roban, despojan y condenan a la miseria y violencia que garantiza la riqueza de una minoría. Al mismo tiempo, seguirán usando el eufemismo derecho para hablar de sus privilegios y seguirán diciendo irónicamente que cualquiera puede robarse el agua de los mantos acuíferos de México si cumple con los trámites y requisitos para que legalmente le otorguen el permiso (cosa que, como bien sabemos, no cualquiera puede hacer).

b) Desdibuja los triunfos y derechos populares. Muestra como accidentes de suerte azarosos a los derechos humanos que se han ganado con la lucha del pueblo a lo largo de la historia, como si el tener o no condiciones mínimas indispensables fuera una cuestión de azar y no vinculada con el ejercicio de la lucha y la protesta para ganar esas condiciones para las grandes mayorías. Al presentar el goce de estas condiciones como una situación azarosa y que depende de la suerte se oculta que en realidad todas y cada una de estas condiciones han sido fruto de la lucha de los pueblos y han sido arrebatadas a las clases dominantes no como privilegios, sino como condiciones que deben garantizarse a toda la población y que deben de garantizarse como eso, como derechos, es decir como condiciones con las que está comprometido el Estado. De esta manera entonces, al desdibujar estas condiciones se anula el componente de los pueblos como sujetos que transforman la historia y se anula también el reconocimiento que debemos dar a quienes realmente han luchado para que tengamos los derechos que tenemos.

c) Estigmatización de los derechos del pueblo trabajador. La consecuencia inmediata es que se convence a la clase dominada de que tener acceso a las condiciones materiales básicas e indispensables para vivir dignamente es un privilegio (una excepción de suerte) que tienen algunos afortunados a los que mínimo podemos envidiar. ¿Qué hay de malo en que una alumna tenga acceso a internet en estos tiempos en que el internet es un derecho humano? ¿Qué hay de malo en que los niños y niñas puedan tomar dos vasos de leche diaria? ¡Nada! Pero, al llamarle privilegio a eso, la clase dominante nos confronta con quien no es el enemigo, con los trabajadores que aún tienen un poco más de derechos, con las familias que aún pueden comprar leche y ¡odiamos a los que tienen acceso al derecho y no a quienes nos los arrebatan! Es decir, la falsa noción de privilegio confronta a la misma población entre privilegiados y no privilegiados, mientras las clases dominantes se apoderan de todo haciendo uso de sus verdaderos privilegios.

d) Concepción de los derechos humanos como mercancías. Además, llamar privilegios a los derechos humanos aporta a la ya iniciada normalización de pensar que esas condiciones materiales mínimas indispensables para la vida digna son mercancías a los que algunos, por suerte pueden acceder en tanto que tienen condiciones suficientes para pagarlas. Lo que normaliza e impone la postura ideológica neoliberal en la que las condiciones para la vida digna son vistas y tratadas como eso, como mercancías que se venden y compran, que todas las personas tienen derecho a tener… siempre y cuando les alcance para pagar su alto costo.

e) Visión acientífica de la historia. La inadecuada noción de privilegio presenta los hechos como azarosos y como si estuvieran condenados a ser así por siempre, por lo que es imposible cambiarlos; como si no estuviera en nuestras manos controlarlos; además arrebata las demandas que pueden llamar a la movilización de los grandes sectores que no tenemos esos dizque privilegios, que en realidad no tenemos esos derechos humanos.

Así pues, si usted vive cerca de su trabajo o escuela; si ha podido acceder a la educación pública y gratuita, si tiene internet y luz en su casa, usted no es privilegiado, simplemente goza de los derechos humanos que han logrado los pueblos como condiciones necesarias para vivir dignamente para usted y para mí, para el pueblo trabajador. Quienes no los tienen no son víctimas de la mala fortuna o la falta de suerte, quienes no los tienen son víctimas de las clases dominantes que, como contrapeso a los triunfos de los pueblos organizados que les arrebatan demandas justas para las mayorías, mantienen por medio de leyes, así como de usos y costumbres sus privilegios, mismos que garantizan que sigan siendo ellos quienes detenten el poder político y económico. Aún más grave, no tiene usted que luchar contra los falsos privilegiados, lo que muchas veces ocurre, sino en todo caso luchar para que todos, la gran mayoría del pueblo trabajador goce de las condiciones para vivir dignamente. Tenemos que luchar en contra de los privilegios de esa minoría que nos ha convencido de que robarnos, despojarnos, explotarnos es su “derecho” y tenemos que luchar justamente para que esos mal llamados privilegios se conviertan en una realidad para todos y todos los integrantes del pueblo trabajador.

Autora:

Melanie Salgado López

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