Desde hace muchísimos años, la historia y la literatura nos han traído las narraciones de las vidas de muchos hermanos. Quién no recuerda a Rómulo y Remo, de quienes supo en sus tiempos de estudiante de secundaria o de preparatoria. Qué decir de "Los hermanos Corzo", los gemelos idénticos, que aunque estuvieran separados por enormes distancias, cada uno de ellos sentía las inquietudes y los sufrimientos del otro... Y los Graco, célebres tribunos y oradores de los cuales Cornelia -su madre- decía que eran sus joyas... Saltando en el tiempo y en la tierra del planeta, de pronto pensamos en los nuestros, en los hermanos Zapata: Emiliano y Eufemio; en los Flores Magón, Ricardo, Enrique y Jesús, rebeldes oaxaqueños que lucharon siempre en la trinchera de los pobres, de los explotados, de los siempre ofendidos y humillados. Después, con saltos desesperados porque la represión nos obliga, recordamos Madera, Chihuahua, en aquel 1965, cuando cayeron abatidos por las balas los hermanos Arturo y Emilio Gámiz García, junto a otros compañeros, hermanos de ideales, y seguimos con el pensamiento en la ruta del dolor de muertes y desapariciones, cárcel y tortura. Palpamos las imágenes de tantos hermanos, hermanos de sangre y hermanos de ideas y de convicciones... y de pronto nos topamos con las caritas tristes de los Tecla Parra, Artemisa, Violeta y Adolfo, un jovencito que apenas completaba 14 años cuando se lo llevaron al Campo Militar Número Uno junto a sus hermanas y a su madre Ana María y que reclamamos como desaparecidos. Y seguimos con el repaso de la historia de los hermanos y vemos las cárceles llenas de hermanos, sí, de hermanos de la misma matriz y de la misma sangre, y de hermanos del útero fecundo de los ideales y de las convicciones. Y están allí los hermanos Melchi, de la UCI, presos en Puebla desde hace muchos años. Y los hermanos Cerezo, como rehenes de un gobierno que se decía "del cambio", pero que sólo "cambió" para mostrar su intransigencia y la falta de respeto a la ley... ¿cuál cambio? Y a últimas fechas, junto a muchos otros oaxaqueños, diseminados por las odiosas y odiadas cárceles, de las llamadas de "alta seguridad", los hermanos Sosa: Flavio, Horacio y Erick, prisioneros de conciencia, víctimas de la ilegalidad del mal gobierno de Oaxaca, repudiado por todo el pueblo. Somos muchos miles de mexicanos y de compañeros de otros países los que sabemos que son inocentes, que el gobierno de Oaxaca les inculpó de delitos que no cometieron y que el gobierno federal, en el colmo de la hipocresía y el fingimiento, citó para "dialogar" a Flavio Sosa y traicioneramente lo detuvo y acusó de esos delitos que nunca cometió, como lo hicieron en el pasado todos los gobiernos que violaron las leyes, investidos de prepotencia y de soberbia, lo que nos hace llegar a la conclusión de que son lo mismo los tricolores que los blanquiazules, con ligeras diferencias de estilo, y que han superado la maldad porfiriana en las cárceles, toda vez que aún en la famosas "tinajas" de San Juan de Ulúa, los compañeros y hermanos allí confinados cuando menos dialogaban entre ellos y tenían la libertad de leer, escribir y ser visitados por familiares y amigos. En estos tiempos, tengo grabada la historia de un compañero que estuvo preso en Almoloya, que se encontró un trocito del directorio telefónico de la llamada "Sección amarilla", que leía a todas horas en aquel confinamiento despiadado y cruel, "perfeccionado" día a día en las prácticas tortuosas de la tortura sicológica que los gobiernos utilizan para someter a quienes odian. Desde este espacio, junto a miles de hermanos de convicciones en el mundo, exijo la libertad de todos los injustamente encarcelados, a quienes defendemos porque son nuestros y los llamamos los hermanos. Dirigente del Comité ¡Eureka!
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Los Hermanos
Rosario Ibarra - El Universal
Martes 6 de marzo de 2007, por