Las Normales rurales fueron creadas en los años veinte en México, producto de la Revolución de 1910, movimiento en el que los campesinos exigieron justicia social y demandaron tierras. La educación rural fue un proyecto que perseguía mejorar las condiciones de la población del campo. Creadas como parte del ambicioso proyecto cultural que buscaba transformar la vida de las comunidades rurales a través de la educación.
El común denominador de los estudiantes normalistas era su origen de clase: hijos de ejidatarios, jornaleros, migrantes, obreros e indígenas, todos imposibilitados para pagar una educación formal. Además eran provenientes de diversos municipios, razón por la cual contaban con un internado. Este origen de clase ayuda a comprender por qué y cómo un grupo de normalistas se integran naturalmente a los movimientos campesinos y estudiantiles, se radicalizan, crean, se unen y se solidarizan.
La cultura normalista que considera al internado, las becas y la educación misma como un derecho que los estudiantes deben ejercer y hacer respetar, es lo que ha hecho que se vuelvan incómodos para el Estado.
En su larga trayectoria histórica, las Normales rurales han sufrido importantes reformas de acuerdo a los intereses de los diferentes gobiernos que fueron tomando el poder. En 1968, fueron reprimidas y sus conflictos no terminaron ahí, sino que se avivaron y continuaron en los años setenta y ochenta.
El más terrible ejemplo de la represión en contra de los normalistas rurales es Ayotzinapa, que fue agredida brutalmente en 2014 con la desaparición de 43 estudiantes y varias ejecuciones extrajudiciales, cumpliéndose varios años sin justicia para ellos y sus familiares. Es una de las peores violaciones a los derechos humanos en la historia reciente de nuestro país.
Las Normales rurales se resisten a desaparecer, sus técnicas son las protestas, las huelgas y peticiones, sobretodo por aumentar las matrículas y las becas, además de tener la seguridad de plazas dentro del magisterio. Todo esto a pesar de que no todos los estudiantes simpatizan con los movimientos sociales y estudiantiles. Incluso algunos estudiantes han sido cooptados por las redes del Estado autoritario. Mientras que otros estudiantes continúan exigiendo sus derechos y luchando por mejorar las condiciones de los pobres.
El Estado utiliza la estigmatización en este caso, las autoridades educativas lanzan campañas para desprestigiar a los estudiantes por su rebeldía y desobediencia, además de justificar la represión. Las Normales siguen sufriendo agresiones y continúan en el abandono con precariedades.
El movimiento de los normalistas pugna por conservar el modelo de educación rural, que en la actualidad tiene un futuro incierto por el desprestigio y olvido.
Como parte de las clases sociales desprotegidas, nuestro deber es hacer conciencia del papel fundamental de las Normales rurales, solidarizarnos con sus luchas y organizarnos para lograr la justicia social.