Ciudad de México. El allanamiento de un hogar y la detención arbitraria de tres hermanos estudiantes, cuya labor social consistía en llevar talleres de alfabetización a comunidades indígenas. Su delito: un profundo compromiso social.
La Patrona, Veracruz. La criminalización de las acciones solidarias de un grupo de mujeres, madres de familia y trabajadoras, cuyo sentido humanitario derivó en el apoyo incondicional mediante la provisión de agua y alimentos a migrantes, transeúntes cuyo paso por nuestro país, a bordo de La Bestia parece un camino interminable y a veces imposible de soportar. Su delito: compartir y acoger llenas de consciencia y compasión a los migrantes que tienen sed, a aquellos que tienen hambre, a aquellos que son discriminados; Tehuacan, Puebla. Mujeres otra vez, mujeres indígenas, mujeres obreras, “las que nunca descansan,” las Obreras Insumisas. Su delito: denunciar las indignas condiciones laborales en las que se encuentran y exigir lo que merecen, lo que merecemos todos: justicia laboral.
Antonio Cerezo abrió el foro. Relató el origen del Comité Cerezo con elocuencia y fuerte sentido de denuncia; plasmó en los asistentes rostros llenos de conmoción, pero sobretodo de admiración por los hechos que narraba: su detención y la de sus hermanos, el proceso de lucha de sus familiares y amigos y la estigmatización de su lucha por parte de las autoridades para justi-car las violaciones de derechos humanos perpetradas en su contra. Enfatizó en la renuncia del Estado a promover y garantizar los derechos humanos, y cómo éste y sus dependencias, como la Secretaría de Relaciones Exteriores, niegan rotundamente que existan violaciones de derechos humanos y esgrimen el argumento de que estos actos de represión e impunidad “no son una política de Estado.”
La señora Norma Romero, integrante y fundadora de Las Patronas, organización proveniente del estado de Veracruz y que, desde 1995, brinda ayuda a los migrantes que se dirigen hacia Estados Unidos, enunció los motivos de su acción colectiva: “la solidaridad y ayuda humanitaria con nuestros hermanos migrantes.” Desde un profundo entendimiento de virtudes como la solidaridad, el amor, la compasión y el
trabajo conjunto, hizo un llamado a la sociedad a la acción, sin esperar el escrutinio gubernamental, sin responsabilizar a nadie más que a nosotros mismos del trabajo que es urgente y que debe ser encauzado a promover una forma distinta de percibir la migración y a los migrantes.
Para finalizar, la compañera Reyna Ramírez, de las Obreras Insumisas, compartió con el auditorio el proceso por el cual Tehuacan pasó de ser un pueblo agrícola a una maquila, cuyos manantiales de aguas minerales cambiaron su curso de bañar tierras dedicadas a la agricultura, a teñir los blue jeans de grandes corporaciones transnacionales, únicas bene-ciadas del Tratado de Libre Comercio.
Narró cómo en un principio, las mujeres que migraron para trabajar en las maquilas habían conquistado metas como ser proveedoras y dueñas de sus hogares, sus hijos acudían a la escuela y tenían oportunidades y seguridad. Todo esto se derrumbó ante el comienzo de la crisis económica de 2003, la cual además de evidenciar la total ine-ciencia e inestabilidad del modelo neoliberal, terminó con muchos de los sueños de estas mujeres y sus familias.
El desempleo y la pobreza aumentaron de manera abrupta, las condiciones de los empleos que lograron mantener se convirtieron en indignas e incluso, ilegales. Talleres y fábricas clandestinas dieron paso a graves violaciones de derechos laborales; ahora no existen las prestaciones, la seguridad social, no hay responsables, no hay nada…Es un páramo desprotegido en el cual la muerte por sustancias tóxicas y prohibidas en Estados Unidos es un escenario cotidiano.
Tres historias, tres organizaciones de tres estados diferentes de la Republica Mexicana, un denominador común: las tres han padecido el mismo mal, violencia sistémica en diversas formas, por parte del Estado mexicano, todo esto porque luchan y se comprometen con la defensa de los derechos humanos. Estos hechos de represión, de estigmatización, de criminalización no se pueden considerar como “fortuitos,” como accidentes históricos sino como una realidad vigente.
Ante esta adversidad solo queda, en palabras de Toño Cerezo, organizarnos con base en “la solidaridad, el apoyo mutuo, el respeto a la dignidad y el amor profundo a nuestro pueblo que lucha y resiste ante los intentos reiterados del gobierno actual y de todos los pasados de restringir los derechos humanos y de criminalizarlos cada día más.”